No
sé si mata más la desesperación
o
la espera.
No
sé si aguardo el silencio
o
prefiero el ‘no’.
No
sé aun por qué,
si
no fue nada,
sigo
acá, en dudas.
estoy
bajo las sombras de fantasmas
y
de ideas,
de
pensamientos que atormentan
por
lo que pueda pasar.
El
peor de los castigo
es
vivir pensando
y
no haciendo.
Vivir
acá,
en
el murmullos de las sombras,
en
la oscuridad de no saber
por
qué
no
se si sigue adelante.
En
la desilusión
o
la espera más amarga,
en
mis ganas de algo,
aunque
sea de un fin
que
preceda todo comienzo.
La
noche no me trae tu voz,
tu
nombre no me alivia,
tu
piel, o lo que recuerdo de ella
me
lastima y arde
en
cada momento
que
mi garganta se cierra
por
pensar, y pensar.
No
saber si la muerte
nos
llega antes de lo debido,
no
esperar que la vida
calme
la sensación que agobia,
no
intuir que vos
sos
esclava de otros tiempo,
y
mis tiempos
golpean
y abren y rasgan la carne,
carne
que profana cada momento que pienso
y
espero
y
me castigo, me imagino
y
así se castiga uno
que
todo puede ser otra cosa.
y
quizás ni siquiera
hemos
llegado a ser nada.
Y
escribo para que la inercia no me mate
y
muerdo el aire mientras me queman los ojos,
algo
ha de ser la rabia,
algo
ha de ser tu boca
entrecerrada,
tu
mirada hacia otro lado,
mis
manos que se acercan y después se niegan,
mi
costumbre de cambiar de temas,
de
verte cuando no me miras,
de
buscarte cuando sé
que
no te voy a encontrar,
mi
deseo apagado bajo el peso
de
ideas opacas de fracaso.
Mi
ánimo al fracaso,
mi
facilidad para perder,
mi
hábito,
eso,
mi
tan viejo hábito
que
me lleva hacia un sentimiento de espanto,
que
me quema a diario bajo el sol de no saber,
de
tu boca negada,
de
tu espera.
pero
sigo esperando,
siempre,
acá,
bajo sombra o
sintiendo
un calor de adentro
que
no es por alcohol o por soles
prestados
de cielos sin imaginar.
O
por bronca, o por temor,
o
ese calor que algún día,
desde
algún lugar
quizás
vaya a llegar.
o
no.
No
soy nadie para saberlo.
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