lunes, 29 de diciembre de 2014

17, la desgracia (Sobre la aceptación de la muerte)



Configurar lo que se es y lo que no. Pero, para poder hacerlo ¿Por dónde empezar? O mejor dicho, cuál es la forma más adecuada para saber dónde acaba una cosa y empieza otra.  Somos en los límites.
No sé si escribo ahora. Dejo acaso esto en el plano de la mera escritura, o reflexiono en voz alta –sobre el papel-. No resulta discernible la ficción y la realidad. Tomar elementos conocidos, experiencias, variar nombres propios, mudar el eje de las acciones a otro sitio. Pero dónde lo que se escribe se distancia de lo experimentado. Si en mi historia un sujeto masculino X sale con un sujeto femenino Y, se pelean y un sujeto masculino Z, amigo de X, se acuesta con Y (los roles y géneros pueden variarse sin que se altere el resultado del producto), todos notaríamos ese innecesario distanciamiento de quien escribe. Tenemos la responsabilidad de dar nombre. Nombres verdaderos, nombres falsos. Pero la semilla de toda duda ya queda plantada.
Ahora bien, ¿excedemos el límite al decirlo? Se traiciona la intimidad, pero el hecho de conocer un secreto ajeno hace que este pierda su significado. Si se sabe, el secreto se borra. Nosotros estamos en una época donde nos hacemos dioses de las experiencias, propias y ajenas. Traspasamos los límites, transgredimos. Sin embargo, falseamos, y con eso nos sentimos seguros.
Quien escribe esto lo hace desde su experiencia. Disfraza el motivo principal al buscar desvanecer el hilo de estas palabras. Mi límite es la escritura en sí misma. No sé de qué me separa. Pero escribo algo que experimenté y perdí. Escribo hoy, esto, a diecisiete años de la muerte de mi padre.
¿Escribo porque ya no está? escribo, quizás, y me aferro a su recuerdo. O busco un olvido. La escritura es un límite sólo comparable con la muerte.
La reproducción hace entrar en juego a unos seres discontinuos. Los seres que se reproducen son distintos unos de otros, y los seres reproducidos son tan distintos entre sí como de aquellos de los que proceden. Cada ser es distinto de todos los demás. Su nacimiento, su muerte y los acontecimientos de su vida pueden tener para los demás algún interés, pero sólo él está interesado directamente en todo eso. Sólo él nace. Sólo él muere. Entre un ser y otro ser hay un abismo, hay una discontinuidad (Bataille, 1957).
No soy mi padre, aquí el límite. Soy cada cosa que él no fue, soy nada de lo que él ha sido. Incluso soy la discontinuidad misma de una reproducción, de una manera irónica, pues soy adoptivo. El límite entre lo absurdo y lo sensato. Me vuelvo una paradoja al buscar la frontera, búsqueda de lo invisible, lo presente en su ausencia. Lo que no se ve.
¿Es el límite un hecho teológico? ¿Es algo presente y poderoso porque eso dicen de él? ¿Es un dios?
Escribo a cada instante mi pérdida, escribo porque no tengo, escribo en mi soledad, escribo y leo desde que no tuve. Soy desde que dejo de ser. Muerte como distancia, como nuevo comienzo. Borrar en cada hoja de libro que pasa ante mis ojos durante diecisiete años un lunes por la noche. Aceptar –negar, desentenderse de- la muerte.

jueves, 4 de septiembre de 2014

10 PLEGARIAS








1


hoy, cuatro de septiembre
va a llover,
y cuando comience
la lluvia
no va a ser de bautismo

va a lavar los rostros
mojados por las lágrimas


2


no busques la mirada de compañía,
el cuerpo es huesos, cenizas y pasado

gloria al hombre hijo del hombre,
la melodía se agrieta
y el agua desemboca en los ríos
donde toda gota es una gota

lava tu rostros
sin bendiciones


3


deja al hombre
reposar en su tumba

deja el nombre
montado en su fama

deja el hombro
a quien pida consuelo


4


arde su fama
y que el abismo
se desgaje

caiga en picada
y sin rumbo
quien te siga
sólo para pisar
tu sombra


5


el icono reposa en el templo
el templo se muda en iglesia
la fe es invisible y poderosa
no hay poder más visible que el dolor

ya sea quien lastima
o quien lo sufra,
con el dolor se acostumbra
el dolor


6


al padre que muere entre sus sábanas
al hijo que llora sin vergüenza
al espíritu santo y su llama
que arde sobre las personas

quema tu recuerdo
y tu calma de coma
en espera de las puertas
hacia el otro lado

la sagrada trinidad
en la voz que despierta los goces
el tacto al rozar la esperanza
el olor a la muerte agria

y así, sin resurrecciones,
la última gota resbala
sin cuerdas
de guitarras


7


se deja
la risa de lado,
se muerden los labios
y se mira delante
sin ver

la risa se deja
en silencio


8


la tarde se pierde en miradas,
en la frente de esos rostros
que son máscaras
para el hedor de luto

no hay negro en la noche
ni en la muerte que se pliega
a la oscuridad
y las pausas
al hablar de eso

rija la tumba
la idolatría del caído.


9


digno el león en su selva,
reino que no amerita
coronas enjoyadas
sobre las cabezas

rugido de bestia
que muerde la calma
y arranca sonidos en el aire

deja su voz se vuelva
la canción
animal


10


no hay adiós en el mundo,
la despedida es la forma
en que se da forma
al recuerdo

queda la marca circular
de la taza, en el plato
al acabar el té.

pero uno no vive
bajo esa taza
fría, de porcelana

y no olvida
el dolor que fluye
de quién sabe dónde







lunes, 4 de agosto de 2014

El hombre lobo-lchevique



La criatura más temida
recorre las noches en busca
de nuevas víctimas
para sus fauces insaciables.
Un ser animal,
temeroso y sagaz
se hace dueño de las noches
de luna roja
con las vellosidades que cubren
su cara y su cuerpo.
Su cara, donde la barba
es la manera en que se presenta
con su identidad bolche.
Su cuerpo, donde el pelo
es del pullover de llama
que compró
en sus viajes al norte argentino.
El ser salvaje se alimenta
del discurso de sangre roja
y troskista
que reposa en los libros lleva
en su morral
o en el bolsillo de su camperón
de invierno
que huele a humedad.

El hombre lobo-lchevique
es el gran señor de las noches,
de discursos violentos y somníferos,
de reuniones extensas y monótonas,
de libros abiertos y repetidos,
de gritos fuertes y sin sentido.
Porque masculla en su ferocidad
de lobo materialista dialéctico,
de licántropo lumpenproletario
en orgía de corazones de manzanas
obviamente rojas,
las manzanas verde dólar
son ácidas como los comentarios fachos
de la clase dominante.

El hombre lobo-lchevique
muerde las yugulares de los jóvenes
que llegan con equipos de mates
al comité los fines de semana,
desgarra el pecho de niñitos de barba
y celular monofónico,
quitándoles su aburguesamiento en hamburguesas
de tripas y paternalismos impuestos.
Se siente a gusto al sentir la sangre
de todas sus víctimas
mientras los colmillos salen en cada boca,
blanquitos y afilados,
como el filo de la pelada de Lenin
cuando le pegaba el sol en la plaza soviética
al dar sus discursos
y los dejaba ciegos a todos.

No se puede medir el valor de su comunismo
sólo se sabe que vale,
vale Valeria Lynch
remastirazada y en stereo
y “Marx, me das cada día Marx”,
aunque su espíritu musical
se acerca al grunge, porque
no tienen Kurt Cobains platinados
pero tienen smell like teen spirits
con su Korni Lov,
nuevo comandante en jefe nombrado
POR KÉRENSKI
silbidos y rugidos,
bestias peludas saltando por el mitín
masticando sus trapos rojos y sus banderas
sobre las mesas de plástico.

Teman al corazón del hombre lobo,
corazón librado al azar,
librados de zares y de rasputines
porque todos caen bajo la furia del colmillo
comunista.
Hombre lobo, las caperrusas
son tus víctimas favoritas,
chicas lindas y arregladitas
que se mojan cuando decís Mao
o repetís las citas
de Historia de la Revolución Rusa.
El hombre Lobo-lchevique
puebla la tierra con mordidas
a las chicas de remeras proselitistas
que convencen más con las tetas
que guardan bajo sus estrellas rojo fuego
que con sus consignas.

El único León que viene a sus reuniones
es el León Santillán,
y no el de Narnía,
imaginario y católico,
de melena conservadora.
Su León es Ferrari
con su Cristo blasfemo,
es León Trosky,
que nombran
con lágrimas en sus ojos.
Animales de hábitos estos lobos,
lobos bolches, bolches de pancartas
y tres tiros a manos,
que no tienen mala leche
en sus corazones
sino al Che…Guevara
que llevan en pines
sobre su pecho
del lado izquierdo.
Hombres lobo-lcheviques
que no descansan,
que se olfatean unos a otros,
que huelen a la colección de pensamiento utópico
y a la guerra contra la ducha burguesa.
No hay enfermedad
en sus filas,
no temen la gripe aviar
fabricada por el aparato imperialista yankee
para sembrar el temor,
no usan alcohol en gel,
se previenen con alcohol y Engels,
se arrastran por los techos bajo la luna
en manada
frente a la embajada de EEUU
atrás de la rural,
la jauría de hombres lobos
no puede ser repelida
por las balas de goma,
su única debilidad
es la plata,
no tanto el elemento de la tabla periódica
sino la de los capitalistas
“enemigos de los trabajadores”.
Yuppies de traje
con plata en sus bolsillos
que atacan a los hombres lobo-lcheviques
sedientos de Marx
y de diarios de motocicleta,
lobos hombres feroces contra los cazadores
sincamisaleñadoraconcamisadecuelloalmidonado,
pobre lobito, perro malo
diario en el hocico,
diario mojado y de derecha
que golpea al pobre lobo-lchevique
y corre llorando con ladriditos
-¡ay, ay, ay!-
al rincón más oscuro
tras la pila
de escritos de Fidel Castro
que huelen a tabaco importado
y de calidad.

Pero el lobo no se rinde
aunque sus jóvenes seguidores licántropos
se atemoricen y olviden
de abrazar la causa proletaria.
El lobo probó la sangre,
lo rojo,
probó lo ruso y mastico a la Checa,
masticó la tumba de Lenín
que meó para marcar territorio.
Se oye su aullido en la noche
¡AUUUUUUUU
…níos, proletarios de todos los países!
La bestia bolche pop,
la Red Army Choir del comunismo
distópico
del siglo XXI,
El URSSO que no es oso sino lobo,
el lobo que no es Cordone aunque parece
pasado de merca
con los ojos que le explotan
de superestructura y dialéctica,
la nariz chorreandole,
que parece esperar el banquete
y se le hace agua,
la mandíbula a lo Michael Fox,
desencajada, de acá para allá,
Lobo suelto, cordero atada,
Cordera, en pijama, pelotudito del rock
tapado hasta la cabeza con las sábanas
y llamando a los gritos a su mamá
porque un lobo está en la ventana.
La pelada que traspira
y el culo sucio del cagazo.
La dentadura perfecta de hombre lobo-lchevique
anhela sangre, corazones,
anhela jóvenes de conurbano
con polvillo de yerba y porro perdido
en sus bolsillo
para que le den un gustito de orégano
a su cena.

Lobo, lupus
in not Lupus!
House rengueando
porque lo mordió de chico un lobo
y se quedó con su muslo,
lobo tomía
al devorar el cerebro
de troskitos en ebullición

En el comité
cuando sale la luna roja
aparece el bravo lobo-lchevique,
al hombre sin Marx
él sabrá adoctrinar
usando un discurso de Lenin

Lobo
lobo
lobo
lobo…