lunes, 23 de abril de 2012

Temores de otoño


Teme el sonido de los segundos
que se estrellan en la aguja,
teme la aguja
que golpea el brazo
y entra por las venas,
teme la vena vaciándose
junto a un cuerpo,
cada vez más frío,
teme al frío y a la indiferencia,
así como otros
temen a las patas de la araña,
a la caricia de la noche,
al paso del tiempo,
al paso de los besos
por bocas ajenas.

Teme al padecimiento
por las ausencias,
teme a la presencia
del miedo mismo,
evade el pánico,
las grasas y los desvelos,
evita el llanto
pero llora para no morir,
muere llorando
de pánico.
Teme a las palabras,
teme a los silencios,
teme lo que se dice,
lo que se calla,
lo que se escribió,
lo que se borró
y cada letra
que ya no es
lo que fue antes.

Teme la furia
y la muerte de los dioses,
teme a quien nada teme,
teme con escalofrío de invierno,
teme mientras tus dientes tiriten,
mientras tu boca se estremezca,
y con tu piel estremecida,
piel de gallina
por los miedos,
mira hacia adelante,
a ese futuro
que no está,
ni va a estar.
Porque el pasado abraza
la miseria de los recuerdos
y la punta de la lengua
quema y envenena
mientras nos arrastra, pesados,
a la nada.




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