jueves, 22 de septiembre de 2011

Entretelones a Nicolás Olivari y mis cuelgues sin dactilografías


A veces creo que las palabras entran dando saltos, saltos muy pequeños, que se ven separados por la tecla de Spacebar, y se nos salen de los dientes.
Creo que esto lo pude haber escrito, aunque venía con ganas de hacerlo hace mucho, y encontré un pretexto ahora para obligarme a eso. Tal vez eso sea el deber de un escritor, obligarse a llevar a delante su obra. Qué sentido podemos buscarle a cualquier otro compromiso, sino caer en el simple y engorroso hecho de escribir. La instancia que uno se trae, entonces: veo una pantalla, donde lo único que llevo es ‘Olivari, marginalidad y grotesco en una poética urbana y vanguardista’. Me cansó mucho el título.
Ahora bien, esto es algo escrito pensado para ser oído. Las palabras se mezclan y entrechocan –comentario de Facebook mediante, un segundo, que cambie de pestaña…-
Giro sobre los apuntes que preparé a lo largo del día, veo las poesías que más me gustaron, resaltadas en color verde.  Vuelvo a ponerme en espacio –ya estoy hartando a la gente, hace ya unas cuantas semanas que me volví heterotópico-, y vuelvo a desplazarme por lo que va a ser esa gente, expectante o aburrida, oyendo o al margen, atentos o con el vaso en la mano, esperando más maní. Pero ese ejercicio me permite dejar de lado a un conjunto de hombrecitos de anteojos que se llaman Nicolás Olivari, y uno es periodista, otro es cuentista, otro habla en italiano y el último se sienta frente a la orquesta, esperando que suene el primer tango de la noche.
Entonces me enfrento -hubo una pausa, una pausa larga, hubo hasta humo, hambre, la mitad de una botella de cerveza, hubo viento y frío mientras esperaba que mis perras vuelvan del jardín-a esto que ya había pensado, esbozado, borrado y vuelto a empezar. Pienso que este texto me muerde la silla, que mejor me voy a acostar y releo el final de El gato escaldado. Mejor descanso, deshago el texto y lo empiezo mañana. Va a ser otro Pablo el que se siente frente a la compu, el Pablo más crítico, el molesto que sigue con las malas mañas de Puan, que adora  revolver todo en la teoría y no el Pablo que se pierde en divague y en Olivari, con sus prostitutas que antes fueron dactilógrafas que antes fueron mujeres sanas. Y caemos en tuberculosis y ciudad, enfermedad de cemento. Y llegó la primavera. Y yo con mis alergias, adorando el calor y gastando servilletas en estornudos.
Bueno, ya está, ya quemé esto que seguía en mi cabeza. Mejor me apago, así mañana lo termino, y una vez puedo cumplir con las fechas. Volviendo al principio, soy una persona de espacios, de lugares, no de tiempos. Me sale así, pero tranquilos, el texto de Olivari va a estar. No se preocupen, mañana algo sale. Eso sí, empieza el círculo vicioso, y atraso Büchner, para atrasar a Sade, y así demorar en leer Beowulf…
Deajá de titilar, ventanita, no te voy a contestar el mensaje…
Volviendo a Olivari, es un poeta marcado por el mes de septiembre, nacido apenas comenzaba el siglo XX, un 8 de septiembre, fallecido el 22 de septiembre de 1966…

1 comentario:

  1. ¡¡¡APLAUSOS!!!

    Pablo esto es genial!!!!!

    Lo termino de leer con una sonrisa de oreja a oreja, es genial leerte tras bambalinas, revolviendo dentro tuyo la hora maldita en que dijiste que tenías ganas de escribir algo de Olivari y ahora hay que sentarse y revolver mas adentro todavía y sacar al escritor fiacoso que todos tenemos atornillado en la espalda...

    Nada que me gustó, que dejé el vaso en la mesa, que no comí ni un maní, que respiré para no volverme azul, que te esperamos en el CAP para que nos presentes a uno de los tantos hombrecitos de anteojos llamados Nicolás Olivari.

    Nos vemos pronto!

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