domingo, 4 de septiembre de 2011

Texto N° 11 (Fiel mímesis de un artista contemporáneo que siente la erección bajo sus pantalones)

Dominó en quiebre
que no llega al seis,
ficha blanca y reseca,
hecha de cuernos de rinocerontes,
pero sin filo,
fría al más mínimo contacto,
figura que se contrapone
a la mesa rectangular.

El dibujo empezó cuando
dobló a la derecha,
uno y cinco (5), unido al dos veces cinco (V)
-sin connotación marianística
ni de cancha de papi fútbol-.
Cinco y dobla, el tablero
con el dominó
es el óleo de un cuerpo,
de espalda,
que estira su brazo.

Músculos y nervios
en un borde de ficha,
tonalidad y arte,
o simple disciplina de juego.
Porque las plazas,
con los ancianos
son el atelier moderno.
Anciana la arruga que lleva
el tres cuatro al posarse sobre
una mesa de cemento, tosca,
sin ser surrealista
Pensar a Breton y De Chirico
en mitad de una partida,
a Dalí, usando fichas desdibujadas,
con aspectos de animales,
y Gala corriendo de cuarto en cuarto
con un chico de dieciséis años,
que la persigue, excitado…

Sin azar ni arte
se llega a la última ficha.
Trazo sobre trazo,
líneas desparejas,
matemáticas,
impresionistas para los más novatos.
Cae de la palestra
una gota que se desliza
hacia la junta de los mosaicos.
¡Mosaicos con puntos, ojo!
Puntos blancos sobre mosaicos negros,
donde los hombres ruedan desnudos,
donde se abrazan y se besan,
donde se cogen, y quedan las rodilla rojas
y doloridas.
Donde las mujeres lamen la pelusa
y todos se chorrean, y empujan el piso,
buscan correr las piezas.

Todo esto, en un gran cuadro,
mientras un hombre juega con lápices y sombras,
a quien le zumban los oídos por el ácido,
y sólo ve ciempiés frenéticos frente a él
y no puede dejar el más mínimo detalle
al azar.
En el piso, una larga fila de fichas
de dominó,
puestas en posición,
para dejar, al caer
la verdadera obra de arte.

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