viernes, 1 de julio de 2011

La base del programa humanista. La lengua y su importancia en el Renacimiento



“Sáco por conclusión mui cierta: que siempre la lengua fue compañera
 del imperio; y de tal manera lo siguió, que junta mente començaron,
 crecieron y florecieron, y después junta fue la caida de estrambos.”
Prólogo a la Gramática castellana de Nebrija (1492)

            Cuando uno se encuentra tanto con la obra de Lorenzo Valla como de Poggio Bracciolini, nos encontramos con dos autores claves para el momento de auge que está viviendo el humanismo en Italia[i]. Ambos comparten –más allá de sus diferencias personales- perspectivas optimistas: ya sea cuando pensaban al intelecto humano como un hecho de posibilidades infinitas, o cuando planteaban que la antigüedad clásica fue una fuente de grandes riquezas, que nunca se llegaron a aprovechar de forma suficiente[ii].
            Francisco Rico va a decir que el mundo es algo que se puede corregir como un texto o como un estilo[iii]. Esta idea se nos presenta como una justificación por parte de los humanistas con respecto a la recuperación de esa Antigüedad tan anhelada. Para esto nos remitiremos a las cartas  de Gian Francesco Poggio Bracciolini “Poggio saluda a Niccolò” y “Epistola de Guarino de Verona”[iv], y al prefacio de Las Elegancias[v] de Lorenzo Valla, que nos van a servir con sus conceptos entender estas cuestiones.
            En ambos autores vamos a notar una lucha por arrebatar el elemento bárbaro que el latín sufrió durante la Edad Media. Para eso, Poggio  recupera los viejos autores, trata de asignarle un orden a lo que se dice. Por su parte, Valla nos va a decir que el latín dio al pueblo mejores leyes, y lo liberó de la barbarie. ‘El nuevo mundo (ha de ser reconstruido) sobre la palabra antigua’, afirma el autor. En pocas palabras, el latín es presentado por los dos humanistas como la vía de acceso al conocimiento verdadero[vi].
            ¿Cómo se nos representa el efecto de la barbarie sobre la latinidad? Poggio, en su carta a Niccolò Nicoli, hace una extensa descripción acerca de los hábitos y costumbres que se tienen en los Baños de Baden. En ella, vemos a los germanos pasearse con poca ropa, e incluso desnudos, entre hombres y mujeres. Comen y hablan a la vez, observan los actos de los demás. Por otra parte, se presenta ese lugar como un ámbito de fecundidad, de lujuria. El pueblo es llevado a la barbarie. Ante esta situación, Poggio está al margen, no participa de las charlas, ya que no conoce el idioma, y le parece mal participar de una discusión, sin poder manejar la lengua. Observa los ámbitos, no suele compartir las comidas con los demás. Por está presentación de la barbarie, está demostrando que él, un ser que pregona la latinidad, se busca mantener al margen de sus improperios, sus costumbres de salvajes. Los germanos, un ejemplo de la bestialidad en el ser humano, practican jergas cerradas, que sólo son comprendidas por ellos, discuten sobre nimiedades, pero lo hacen desmesuradamente, de manera cuasi aparatosa. Podemos situar a la par de esto la alusión que hace Lorenzo Valla sobre Camilo, ‘quien ha de ser imitado; el que, como dice Virgilio, devuelve las insignias a la patria, restableciéndola’[vii]. No olvidemos que es este personaje histórico quien expulsa a los galos de Roma. Pueblo que podría ser fácilmente emparentado con las características ya mencionadas: el lenguaje encriptado y la vociferación exagerada para discutir cosas absurdas, más otros hábitos de un pueblo inculto. Un héroe de las armas, Camilo, es tan importante como un héroe de las letras, Cicerón o Quintiliano, ya que ambos aportan los sentimientos y las cualidades necesarias para comenzar con un nuevo mundo.
            Si uno considera las siguientes palabras de Valla:
“[…] ¿Hasta cuando, oh ciudadanos romanos (así llamo a los literatos y a los que cultivan la lengua latina, porque ellos solos y verdaderamente son quirites, verdaderos poseedores de la ciudadanía; los demás, en todo caso, habría que llamarlos mejor emigrantes), hasta cuándo, digo, oh quirites, dejaréis en mano de los galos vuestra ciudad, a la que no llamaré sede del imperio, más sí madre de las letras? […]”[viii]
            Se ve la opinión del autor acerca del pueblo. La recuperación de la lengua latina clásica, y de la mano de ella, el empleo de la elocuencia, como lo ejemplifica en su aplicación dentro del derecho en su prefacio al tercer libro de Las Elegancias. Nos encontramos, cuando leemos a estos dos autores, con una preocupación acerca de la correcta utilización de las formas gramaticales. No se pueden dejar pasar siquiera pequeños detalles, porque, en palabras de Francisco Rico, ‘incluso una menuda operación de crítica textual supone cobrar conciencia del fluir de la historia’[ix]. La lengua tiene peso desde la comunicación civil, como también opina el crítico. No se puede separar lo que es la lengua con respecto al conocimiento y al poder en si mismo. La lengua nos muestra cómo es la cultura de una región, de una comunidad, y de qué forma se presenta dicha sociedad. Lorenzo Valla lo deja en claro cuando contrapone los resultados que tuvieron el pueblo griego, con su multiplicidad de lenguas, con respecto a los romanos, que poseen una única lengua, una única ley, y el vigor de un pueblo floreciente[x]. El latín liga a los humanistas a aquel viejo Imperio, ya caído. Eleva su época, los pone en la visión antigua y mítica de los romanos. Asociemos esto con Poggio: en su carta a Guarino, sus maestros son los primeros en pedirle le hagan llegar sus traducciones de Quintiliano. Es decir, se da una extraña alegoría: son los maestros de Poggio quienes más disfrutan de la reivindicación que hace de los textos de la Antigüedad; y podemos pensar que esos grandes escritores de la Antigüedad son en realidad los maestros de sus propios mentores (Leonardo Aretino y Niccolò Florentino)[xi].
            La lengua es una política en el sentido fuerte del término, nos dice Rico. Y como ya se dijo en la gramática de Nebrija, es la base para un imperio. La idea fundamental del humanismo es que la lengua nos diferencia de los animales, nos permite distinguir el bien del mal. Lo que diferencia a la persona culta, basada en un idioma como el latín clásico para reconstruir el ámbito que lo rodea, de los salvajes, con charlas soeces, inocuas, cargadas de gestos y griteríos. En ambos humanistas vemos claramente la base del programa propio de esta corriente.

             




[i] Para ver mejor está cuestión ver Burke, Peter, “Italia: resurgimiento e innovación (Cap. II)”, en El Renacimiento, Barcelona, Ed. Crítica, 1987, Págs. 30 a 33 [Trad. Carme Castells]
[ii] No podemos pasar por alto que Burke (op. cit. pág. 25) nos dice que el latín medieval es <<bárbaro>> en todos sus aspectos, que no puede funcionar como una marca de erudición. El latín que se buscaba era aquel escrito por Cicerón.
[iii] Rico, Francisco, El sueño del humanismo (De Petrarca a Erasmo), Madrid, Ed. Alianza, 1993
[iv] Poggio Bracciolini, “Poggio saluda a Niccolò” y “Epístola de Guarino de Verona”, en El Renacimiento italiano. Una futura incursión en sus fuentes e ideas. Buenos Aires, Asociación Dante Alighieri, 2004 [Comp. José Burucúa y Martín Ciordia]
[v] Valla, Lorenzo, “Las Elegancias (Prefacio)”, en Manifiestos del humanismo, Barcelona, Ed. Península, 2000 [Trad. María Morrás]
[vi] A pesar de esto, puede ser llamativo que estos intelectuales  que admiraban el pasado más alejado, y buscaban separarse de su pasado reciente, la Edad Media, tenían una gran deuda con este período. El Renacimiento parte de un ideal mítico, con origen en la Antigüedad}. Pensemos en la idea de Burke acerca de Petrarca, prácticamente el ‘hombre del Renacimiento’, que posee muchas similitudes con aquella etapa <<oscura>> llamada Medioevo (Para ver un  mejor desarrollo de esta cuestión, véase Burke, op. cit., Págs. 10 a 12)
[vii] Valla, op. cit. pág. 80.
[viii] Ibidem, pág. 79.
[ix] Rico, Francisco, op. cit., pág. 43.
[x] Valla, Lorenzo, op. cit. Pág78.
[xi] Simplemente quiero contraponer que Valla también es impulsado por sus maestros (Leonardo Bruni y Aurispa) para que publique su obra, más allá de su propia voluntad. Sin embargo, hay otra razón para esta premura en su publicación: impedir que sus ideas sean llevadas a la luz previamente de boca de sus discípulos o allegados, con lo que corre el riesgo de ser malinterpretada o que parezca descubierta por otros. 


*BIBLIOGRAFIA:
_ Burke, Peter, “Italia: resurgimiento e innovación (Cap. II)”, en El Renacimiento, Barcelona, Ed. Crítica, 1987.  [Trad. Carme Castells]
_ Poggio Bracciolini, Gian Francesco,  “Poggio saluda a Niccolò” y “Epístola de Guarino de Verona”, en El Renacimiento italiano. Una futura incursión en sus fuentes e ideas. Buenos Aires, Asociación Dante Alighieri, 2004.  [Comp. José Burucúa y Martín Ciordia]
_ Rico, Francisco, El sueño del humanismo (De Petrarca a Erasmo), Madrid, Ed. Alianza, 1993.
_ Valla, Lorenzo, “Las Elegancias (Prefacio)”, en Manifiestos del humanismo, Barcelona, Ed. Península, 2000.  [Trad. María Morrás]

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